El pánico de muchos candidatos a cometer un gaffe, una metida de pata que arruine su imagen y que dé munición a los adversarios, está provocando un fenómeno que asombra incluso a los más veteranos analistas políticos. Aspirantes tanto republicanos como demócratas evitan las entrevistas, no facilitan la agenda de campaña a la prensa, y rehúyen los grandes actos.
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