miércoles, 17 de noviembre de 2010

Productos industriales con señuelos



La sustitución del policía audaz y voluntarista por el científico sagaz tenía que tener también su paralelismo en el mundo de las letras, en donde ya no basta con tener un éxito editorial o aumentar las ventas con una portada, sino que es preciso hacer la autopsia
de los triunfos y los fracasos con la misma precisión y morosidad que un CSI, sin cejar en el empeño hasta que aparezca en la impresora el retrato-robot de aquel a quien todos buscan incansablemente y que se oculta entre la maleza de la muchedumbre: el lector, el cliente, el comprador potencial. […] Las divisiones de marketing de las editoriales y las publicaciones periódicas se aprestan al examen minucioso del perfil del lector que hizo posible el milagro, y
una vez establecido (“mujer blanca, de unos treinta y cinco años, empleada por
cuenta ajena que abandonó sus estudios superiores, casada, sin hijos y le gusta Sabina”) se
entregan a su busca y captura sin descanso, descifrando hasta el más pequeño de sus gestos…

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